Mis padres me pusieron
el nombre del lugar donde se conocieron. Mi padre dice que cuando vio a mi
madre salir del agua pensó que era una sirena o algo así, una de esas hadas de
las muchas leyendas del Pirineo que su padre le contaba de pequeño. Pero mi
madre no es nada de eso, es una mamá normal y corriente. Bueno, normal y
corriente tampoco, porque en realidad es la mejor mamá del mundo. Lo que quiero
decir es que no es lo que mi padre pensaba estar viendo en aquel momento, sino
que ella solo era una turista que pasaba por allí. Y es que las aguas del Ara
son tan transparentes que no me extraña que mamá no pudiera evitar la tentación
de darse un baño, porque a mí me pasa lo mismo cada vez que vamos en verano a
Jánovas.
Jánovas es el pueblo de
mi papá y de mis abuelos. Mi padre y mis tíos nacieron allí. Pero ahora su casa
y las demás casas del pueblo están en ruinas. Las casas no tienen tejado y los
árboles y las zarzas han crecido dentro de ellas y sacan sus ramas por las
ventanas. Pero no da miedo. A mí me gusta imaginar cómo era el pueblo cuando la
gente vivía allí. Como eran sus casas. Me gusta pasear con mi papá por las
calles del pueblo mientras me explica quien vivía en cada casa, dónde estaba la
escuela, dónde jugaba y a qué,… Porque Jánovas era un pueblo muy grande e
importante, tanto o más que en el que vivimos ahora. Tenía muchas tiendas y la
gente de los pueblos de alrededor venía a comprar aquí.
Los mayores dicen que
soy pequeña para entender algunas cosas, pero se equivocan. Yo sé mucho más de
lo que ellos piensan. Ya tengo diez años. A veces, cuando les pregunto algo me
contestan cuando seas mayor lo entenderás,
como cuando quiero saber lo que pasó en Jánovas. Pero yo creo que si no me lo
explican, nunca lo podré entender.
De momento, mientras me
hago más mayor, voy investigando por mi cuenta, como si fuera una detective, y
busco información en la biblioteca y en Internet. Además, en una de las calles
del pueblo hay unos carteles donde lo explica todo y yo los he leído. Aunque hay
palabras que no sé lo que significan. Lo que sí he podido entender es que unos
señores echaron a la gente de sus casas y las destruyeron y hasta destrozaron
los campos y talaron los árboles para que no pudieran trabajar la tierra y,
claro, como eran agricultores pues no pudieron vender sus cosechas ni ganar
dinero para vivir y se quedaron pobres y tuvieron que huir. También dicen que
eso fue porque iban a construir un pantano, pero eso pasó hace muchos años,
cuando mi papá era como yo, y el pantano todavía no se ha construido, y menos
mal porque si hubieran hecho un pantano en Jánovas el pueblo se habría
inundado, en lugar de río habría un embalse, mi madre no se hubiera bañado en
las trasparentes aguas del Ara y mi padre no se hubiera enamorado de ella. Y
entonces yo no estaría aquí.
Pero lo que yo no
entiendo es por qué echaron a la gente y destruyeron sus casas si el pantano no
se iba a construir. Supongo que mamá tiene razón cuando dice que todavía soy
demasiado joven para entender algunas cosas.
En el cole, mis amigas
cuentan cosas que les han contado sus abuelos sobre una guerra que hubo en
España, la Guerra Civil. Yo antes pensaba que lo de Jánovas podría haber sido
cosa de esa guerra, que tal vez unos aviones enemigos habrían tirado una bomba
sobre el pueblo y lo habían destruido. Pero, claro, eso le podría haber pasado
a otros muchos pueblos de España y no todos están en ruinas, así que ¿por qué
Jánovas seguía en ruinas? Ahora ya sé que lo de Jánovas no tiene nada que ver
con la guerra de la que hablan los abuelos de mis amigas. Una vez le pregunté a
mi abuelita sobre esa guerra, pero me dijo que ella no sabía nada de eso, que
en aquellos años vivía con sus padres en Francia y que ella era tan pequeña que
ni se enteró.
Mi abuelita dice que ella
vivió otra guerra: la guerra del pantano.
Pero no le gusta hablar de eso, se pone triste. Seguro que ella me explicaría
todo lo que pasó en Jánovas con palabras que yo pudiera entender, pero a la
abuela no le quiero preguntar para que no llore. Prefiero que me cuente anécdotas
y cosas que le hagan reír, como lo de aquella vez que mi tío se escondió en el
granero jugando al escondite y se quedó dormido antes de que le encontrara nadie;
mis abuelos se asustaron cuando llegó la hora de cenar y no había vuelto a casa
y acabó todo el pueblo buscándolo por ahí.
A veces la he visto llorar,
cuando ella cree que no le ve nadie. Llora y aprieta los dientes con rabia. Pero
eso solo cuando cree estar sola, porque cuando estamos todos se muestra risueña.
Es una abuelita muy cariñosa y muy simpática, yo la quiero un montón y me gusta
verla feliz. Así que hago lo que puedo para que esté contenta. Le cuento las
cosas que he aprendido en el cole, sobre todo de historia, y ella me lo explica
a su manera, según sus recuerdos. También me enseña cancioncillas y rimas. Pero
lo que más me gusta es que me cuente los cuentos que le contaban a ella cuando
era pequeña. Pero desde que murió el abuelo ya no tiene tantas ganas de hablar.
Dice que no sabe contar cuentos, que el abuelo los contaba mejor, que a ella se
le embarullan en la cabeza. Y es verdad, a menudo le pone a uno el final del
otro. Pero a mí me da igual porque así es mucho más divertido.
Papá dice que pronto
podremos arreglar la casa de Jánovas y que cuando vayamos al pueblo podremos
quedarnos a dormir. Que cuando la haya terminado haremos una fiesta de
inauguración e invitaremos a todos los amigos, como si fuera una gran fiesta de
cumpleaños. Dice que la va a dejar
igualita que como era antes, con sus paredes de piedra, sus vigas de madera y
sus balcones de forja. Y un jardín lleno de flores. ¡Mucho más bonita que el
piso de Boltaña! ¡Y más grande! Entones a papá se le ponen los ojos brillantes
y me abraza diciéndome que mi habitación será la más bonita de todas, luego
mamá nos abraza a los dos y estamos un ratito así achuchándonos los tres.
A la abuelita parece no
hacerle mucha ilusión volver a Jánovas, yo creo que es porque le da miedo que
la dejemos sola allí. Pero ya le he dicho que no, que cuando vayamos al pueblo
iremos todos juntos. Y entonces soy yo la que le abrazo a ella y le lleno su
carita de besos hasta que le hago reír.
La abuelita dice que un
árbol grande es difícil volverlo a plantar y que si ella vuelve a Jánovas será
para ir al cementerio. Yo le he dicho que si quiere ir al cementerio yo la
acompañaré, y que llevaremos flores, porque en el jardín que va a hacer papá
habrá muchas y muy bonitas. Y que por los árboles no se preocupe, que los
plantaremos chiquititos, ¡que ya crecerán!
Bonito homenaje a un pueblo desaparecido, engullido por un pantano inexistente.
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