El pianista

Mis oídos observan
cómo posas suave y tierno
el peso de tus manos.
Firme y decidido a la vez.
Como una caricia.

Puedo sentir la tensión de los músculos
en todo mi cuerpo
mientras tu cara serena,
consciente,
refleja la pasión pausada
de un placer infinito
semejante a la felicidad extrema.

Sangre tiznada de melodía
recorre el pentagrama de tus venas
al ritmo que marca el diapasón
que palpita en tu pecho.

Si tu boca y tu lengua me hablaran
con la soltura con la que hablan tus manos
hábiles, locuaces,
traviesas, sagaces,...
cubriría de acordes mi piel
con la esperanza de que algún día
con tu música
me desnudases.

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