Mi mirada capta la instantánea
de la quietud
de un día soleado de agosto
en plena montaña.
y el vuelo de las aves
ponen movimiento
a la imagen estática que hay ante mí.
Verde paleta cromática
verde prado
verde bosque
verde vida
verde paz.
Mis oídos perciben
el sonido de la brisa
susurrante,
el sonido del silencio
apenas roto por el canto de los pájaros,
algún graznido acompasado
y el lejano tintineo
de los cencerros del ganado.
Huele a inmensidad,
a nada,
a fresco,
a sol,
a tierra y agua.
Huele a verde.
Huele a libertad.
Pero el sabor es agridulce.
Las noticias recientes
traen amargura al cielo de mi boca,
nubes grises a las cuencas de mis ojos
y gélida palidez a cada poro de mi piel.
Mi pensamiento lleva días secuestrado
en un lugar llamado Kabul.
Contemplo el paraíso ante mis ojos
Y me estremezco al pensar
que también de este lugar un día
muchos huyeron
dejando atrás su pueblo,
la que hasta entonces era su vida,
privando a sus ojos
de la belleza de una tierra
tan bonita y tan querida.
Aunque la tierra escupa fuego,
la ciudad se vista de hielo,
o el agua inunde las calles,
ojalá a nadie le falte un techo bajo el que cobijarse.
Cuando aceche el peligro
la única salida sea la huida
y el futuro flote a la deriva
Ojalá haya un abrazo que te amarre la vida.
Ojalás que esconden dudas.
Ojalás que esconden nuncas.
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