Eva tomando el sol

No solo manaban agua
las fuentes del Paraíso,
también brotaban besos,
y Eva sació su sed
a escondidas
y sin permiso.

Se bañó en sus gélidas aguas
y ardiente, Eva, las templó.
Se tumbó sobre las rocas,
calientes,
y al astro Sol deslumbró
con su blancura
y al mismo Dios trastornó
con su hermosura.

No fue su expulsión del Paraíso
ni por soberbia
ni por lujuria,
fue por gula.
Probó el fruto del árbol prohibido,
que no resultó ser un manzano
sino un cerezo.
Degustó su néctar,
sucumbió a su dulzor,
y no hubo plegaria, oración ni rezo
que hicieran a Dios cambiar de opinión.

Y como Eva sin Paraíso,
así estoy yo sin ti,
sin el agua gélida calando mis huesos,
sin el Sol acariciando mi piel,
sin el elixir de la fruta de los cerezos,
sin el sabor en mi boca de la dulce miel
que emana la fuente de tus besos.