Poema del higo

Me dispongo a escribir algo con higo.
Me lo dijo Raquel, y yo le cogí el testigo.
Pero por más que lo intento no lo consigo,
no se me ocurre nada que lleve higo.

Así que me echo a la calle con mi abrigo
y en la acera me encuentro al mismo mendigo
que cada día me dice “Señora, yo la bendigo”.

A la vuelta de la esquina me encontré con mi amigo
al que, porque él no se deja, yo no me ligo
¡Y es que el tío está más bueno que un pan de higos!
Pero por más que lo intento no lo consigo.

A tomar un café se viene conmigo,
y yo dale que dale a vueltas con el higo.
¿Estás escuchando lo que te digo?
me pregunta mi amigo
¡Estás en babia! ¡¿Qué pasa contigo?!
Y cuando le cuento toda esta película del higo
en lugar de ayudarme exclama ¡vaya castigo!

Así que me vuelvo a casa, me quito el abrigo,
fumigo las plantas, me rasco el ombligo
después de tomarme una cerveza de trigo,
me como un pedazo de tarta que guardo en el frigo.

Y no te lo vas a creer por mucho que te lo digo,
que por más que lo persigo no lo consigo.

¡que no se me ocurre nada con higo!
Pero no me rindo y en el intento no me fatigo.

Ahora estoy aquí en tu casa, porque he quedado contigo,
Y para colmo de mis males, al tocar de tu puerta el postigo
he pisado en la acera un enorme moñigo(*).
¿No te lo crees? Pregúntale a Rodrigo
que estaba de testigo.

Si ya lo decía mi amigo,
¡esto es un castigo!
¿A quien se le ocurrió la idea de escribir algo con higo?
¡Yo le maldigo!

(*) Moñigo: (aragonés) caca de caballería.