Poema del higo

Me dispongo a escribir algo con higo.
Me lo dijo Raquel, y yo le cogí el testigo.
Pero por más que lo intento no lo consigo,
no se me ocurre nada que lleve higo.

Así que me echo a la calle con mi abrigo
y en la acera me encuentro al mismo mendigo
que cada día me dice “Señora, yo la bendigo”.

A la vuelta de la esquina me encontré con mi amigo
al que, porque él no se deja, yo no me ligo
¡Y es que el tío está más bueno que un pan de higos!
Pero por más que lo intento no lo consigo.

A tomar un café se viene conmigo,
y yo dale que dale a vueltas con el higo.
¿Estás escuchando lo que te digo?
me pregunta mi amigo
¡Estás en babia! ¡¿Qué pasa contigo?!
Y cuando le cuento toda esta película del higo
en lugar de ayudarme exclama ¡vaya castigo!

Así que me vuelvo a casa, me quito el abrigo,
fumigo las plantas, me rasco el ombligo
después de tomarme una cerveza de trigo,
me como un pedazo de tarta que guardo en el frigo.

Y no te lo vas a creer por mucho que te lo digo,
que por más que lo persigo no lo consigo.

¡que no se me ocurre nada con higo!
Pero no me rindo y en el intento no me fatigo.

Ahora estoy aquí en tu casa, porque he quedado contigo,
Y para colmo de mis males, al tocar de tu puerta el postigo
he pisado en la acera un enorme moñigo(*).
¿No te lo crees? Pregúntale a Rodrigo
que estaba de testigo.

Si ya lo decía mi amigo,
¡esto es un castigo!
¿A quien se le ocurrió la idea de escribir algo con higo?
¡Yo le maldigo!

(*) Moñigo: (aragonés) caca de caballería.

París

Inmenso, ostentoso, clásico, romántico, melancólico,... especial.
Pero el sol no se vino en la maleta. Dejó su lugar a las nubes negras que lloraban constantemente, empapándonos de tristeza -mientras nosotros reíamos- y siendo testigos de que, pase lo que pase, siempre nos quedará París y un grato recuerdo.

Ateca

Dónde hay tiempo para todo y no queda tiempo para nada.

El día amanece entero, libre, completo, todo a mi disposición: desde la fresca y soleada mañana hasta la cálida noche de terraza. Todo un día para hacer lo que me apetezca, que son muchas cosas. Para hacerlo todo sin orden, sin prisa, sin obligaciones. Y así lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo y la semana termina con la sensación de que te ha faltado tiempo, que se han quedado muchas cosas por hacer, de que ha sido una semana muy corta. Pero la semana termina dejando en mí el buen sabor de haber disfrutado de mi tiempo, de mis hobbies, de mi familia, de mi casa y de mi pueblo.

El perfume


De qué forma un olor puede evocarnos a una persona, bien porque sea el perfume que usa habitualmente, bien porque nos recuerde a un momento que hemos vivido con ella. En cambio hay olores únicos, como el de su piel en verano bañada por los primeros rayos de sol, su pelo, su aliento, su saliva, su calor,... Eso que algunos denominan feromonas. Ese olor que me atrae, me estremece, que es un lujo para el sentido del olfato. Ese perfume que nadie es capaz de imitar ni condensarlo ni reducirlo a esencia para apresarlo en un bote. No es posible porque, como su persona, es libre y sólo yo sé cómo echarle el lazo que lo amarra y lo hace mío.

Un sueño

Anoche tuve un sueño.
Soñé con tu calor bajo las sábanas.
Soñé con el suave roce de tu piel.
Soñé con tu pecho abrazado a mi espalda.
Soñé con tus caricias recorriendo mi cuerpo.
Soñé con tus manos apartando mi pelo.
Soñé con un te quiero susurrado a mi oído.
Desperté.
Y no era un sueño.

El beso


¿Qué piensas? –me preguntó.
Yo no podía dejar de fijar mis ojos en sus ojos, con rápidas y fugaces miradas a sus labios. ¿Cómo explicarle que estaba barajando las consecuencias de atreverme a besarle?
Si adivinase mis intenciones, posiblemente echaría su cabeza hacia atrás en un acto reflejo, poniendo distancia entre sus labios y los míos.
O tal vez permanecería impasible, como una piedra, y esbozando una sonrisa nerviosa diría con ironía pero ¿qué haces? y yo me sentiría absurda y avergonzada y no podría volver a mirarle a la cara.
O quizás respondería con irá, con enfado, sujetándome fuertemente por los brazos y alejándome de él con un zarandeo mientras clavaba en mí una mirada asesina.
Pero ¿y si nada de eso ocurriese? ¿Si por el contrario él recibiese mi beso con complacencia, permitiendo que mis labios rozasen suavemente los suyos, como una caricia, antes de aventurarme a ejercer una presión mayor sobre ellos a la vez que mi olfato percibía el aroma de su piel sin distancias ni barreras? ¿Y si sus manos no quedasen indiferentes y buscaran mi cintura para después deslizarse despacio y con decisión hacia mi espalda, y aferrarme a él fundiéndonos en un abrazo para evitar mi huida, prolongando ese beso hasta que fuese su voluntad, sin escapatoria ni vuelta atrás? 
Entonces yo cerraría los ojos, con mis manos tocaría su pelo y con mis pies... ¡El cielo!

Aprendiz para siempre

Hay tanto que aprender...
Y tenemos tan poco tiempo que
es absurdo perdernos
en dudas,
prejuicios,
perezas
y tristezas.

Es tan bonito saber...
Y nos reporta un placer tan intenso que,
disfrutarlo y compartirlo con los que uno más quiere,
es plantar la semilla
de la sabiduría.
Y si la regamos cada día,
con amor y cariño,
recogeremos, sin duda,
el fruto
de la Felicidad.

Vive la vida
como aprendiz de todo
y maestro de nada,
disfrutando de cada lección.

Este soneto no es de Lope

Perder podrán mis pasos el camino,
llevarme a la deriva sin razón,
mis pies marcar el ritmo del latido
sin compás ni sentido del corazón.

Agarraré las riendas del destino,
encararé mi vida con pasión,
el pasado queda atrás, ya perdido,
el futuro amanece con ilusión.

Lo vivido son recuerdos guardados
bajo llave en el fondo de un cajón,
donde muchos quedarán olvidados.

Y si en el camino me he equivocado,
si he hecho daño, no ha sido mi intención,
Mi alma pide calma, paz y perdón.